como quiere la hiedra su color
sin conocerlo,
de esa misma manera extraña
como se entiende lo unísono
cuando agrupa más de un instrumento.
Si desaparecieras
tendría fiebre,
y mis ojos
serían los de una perdida,
enramados en tinta roja
como árboles perfectos.
Sí te quiero,
sin pensar qué o cómo estoy sintiendo,
si es ahora o ha existido siempre,
si hay medida, volumen, o movimiento,
sexo, diferencia o grado,
tantos absurdos que dividen y parcelan
esto que ya es único.
Si aparcaras en renuncias
y en no puedos
tantas energías, y
negaras ese poder que tienes
para dar la vuelta al mundo
en un salto con los pies juntos
me encanecería sin remedio,
y mi aliento en negra llama enquistaría
cada palabra de humano peso.
Y si te marcharas
me dejarías agonizar como un tallo
que se sesga,
o un manantial que agota su caudal
y ve agrietar su cuna
como la piel más vieja del mundo.
Nená de la Torriente
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