jueves, 5 de mayo de 2016

 A la Inquietud


Vagabundo, 
te diste cuenta de la paridad 
de los caminos 
cuando resultaban tan distintos 
a los ojos del que pasa. 

Él se miraba en el espejo 
y veía a un niño disfrazado de llama, 
un volcán al que pondrían su nombre 
las generaciones en trámite,
por eso se ceñía de jóvenes 
con ojos de laguna 
e instaba a su intelecto 
para que no pactase nunca con su corazón. 
Ellas jugaban con los años y con los días, 
entretenían tardes de café descafeinado 
con tertulias de política impracticable, 
sin desatender nunca 
sus búcaros delicados de flores secas. 
Hasta aquel perdió su batín y la mordaza 
cuando quiso hablar de los últimos días 
y de las bonanzas, 
que para contar con los dedos todo sobra. 

Vagabundo, 
sé que has venido a acompañarme, 
a apartarme de litigantes, 
de ademanes mutilados, 
de corazones sordomudos que se ahogan 
hacia adentro. 
Vienes a llevarme puerto allende 
sin pañuelos blancos, 
sin despedidas turbadoras 
ni capítulos aparte 
y yo te reconozco torpemente en el espejo,
mitad viejo, mitad vieja, 
mitad sol, mitad luna 
como aquella sonrisa nueva del poeta 
que se acercó al verso 
por primerísima vez. 


Nená de la Torriente

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