jueves, 31 de marzo de 2016


¿Dónde se ha quedado mi mente, 
en qué parcela viuda? 

Ya oigo a las locas 
como compañeras de viaje 
y atiendo sus cuidados como míos. 

Este mundo está roto 
y no queda otro que romper en pedazos, 
ni otra humanidad que deshumanizar 
ni un verso que remendar sin guerras. 

De nada sirve recomponer el tejado 
si estamos tuertos, mancos, impedidos. 

Los niños nos han visto defenestrarnos 
como trapos sucios sobre una acera de todos, 
esa que no va a limpiar nadie 
porque no queda nadie en la acera. 
¿Qué harán ellos cuando crezcan, 
plantar jacintos y hierbabuena? 
Eso no sucederá 
ni en los mejores sueños de Titú. 

Queríamos ser los dueños de la vida, 
siempre soberbios,
y todos la habitamos en flaquezas.

¿Vivimos o vivíamos? 
¿O tal vez mañana? 
Como si eso importase. 

Te habría escrito sobre el mar y la pesca, 
sobre la inocencia y la red, 
la caña, la caricia,  
pero escuchas la radio 
con sus bombas, la venganza,  
la falsa moral, 
y la única verdad: el papel moneda 
sin papel,
capaz de hacer que se mueva el mundo 
sin personas 
en la mente de unos fanáticos.




Nená de la Torriente 

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