CADA 4 MINUTOS
Paraba cada cuatro minutos
y buscaba su sombra.
Envidiaba a las gramíneas
con sus espigas anudadas,
pero sonreía al pensar que las poáceas
no eran nombres de reina.
*La vida es demasiado complicada
cuando se está perdido,
más, si los puntos cardinales
son cardenales en los pómulos
y en las rodillas
o el sol
no es luz suficiente
para clarear el contorno de las cosas*
Se sentaba en el mismo borde
de las superficies
donde los cantos no existían,
balanceándose
como adventicio mágico.
Una metáfora de hombre
ensimismada consigo misma
que alumbraba al poeta y a la amada,
dos castillos en el mismo naufragio
y un solo reino poderosísimo
que él desconocía en absoluto.
Aquel trabajo que en soledad
sólo un Dios humanizado,
y somnoliento,
había sellado con un abrazo.
*Alegría mayor que la vida
pidiéndose paso,
empujándose tras la caída,
insultándose como el gesto
de los niños con baba en el beso,
que se perdonan con el rostro
lleno de barro*
Él no sintió nunca piedad
por nada ni nadie,
yo sí por él.
Nená de la Torriente
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