jueves, 3 de marzo de 2016

CADA 4 MINUTOS
Paraba cada cuatro minutos 
y buscaba su sombra. 
Envidiaba a las gramíneas 
con sus espigas anudadas, 
pero sonreía al pensar que las poáceas 
no eran nombres de reina. 
*La vida es demasiado complicada 
cuando se está perdido, 
más, si los puntos cardinales 
son cardenales en los pómulos 
y en las rodillas 
o el sol 
no es luz suficiente  
para clarear el contorno de las cosas* 
Se sentaba en el mismo borde 
de las superficies 
donde los cantos no existían, 
balanceándose 
como adventicio mágico. 
Una metáfora de hombre 
ensimismada consigo misma 
que alumbraba al poeta y a la amada, 
dos castillos en el mismo naufragio 
y un solo reino poderosísimo 
que él desconocía en absoluto. 
Aquel trabajo que en soledad  
sólo un Dios humanizado, 
y somnoliento, 
había sellado con un abrazo. 
*Alegría mayor que la vida 
pidiéndose paso, 
empujándose tras la caída, 
insultándose como el gesto 
de los niños con baba en el beso, 
que se perdonan con el rostro  
lleno de barro* 
Él no sintió nunca piedad 
por nada ni nadie, 
yo sí por él. 



Nená de la Torriente

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