Tenemos la flor sorprendida
que nace cada año por las mismas fechas,
el color del mar en noviembre,
el sabor de los besos de los niños
siempre en baba.
El olor del pan recién hecho,
el papel nuevo que seduce a la tinta
y en su eterna coyunda grita
¡Contemos!
Tenemos las mismas guerras de conceptos,
de los veinte,
de los treinta,
de los cincuenta;
los elementales fiascos argumentales
y los mismos aciertos de sentido común.
Un cielo azul para contener la lágrima
cuando nos aprieta la ansiedad en el pecho,
y esas tormentas generosas
que borran las heridas de la tierra,
hasta el olor a pasado cuando todo agoniza.
Tenemos voluntad para soñar pasiones
y esperar primaveras deleitosas;
tesón para perseguir la libertad en rebeldía.
Alegría cuando andamos cerca
de alguien alborozado
y un jardín de ideas por construir todavía.
Tenemos el olor del barro y de la hierba,
la ondulación de los campos
como la sinuosidad del fuego.
Las olas reclamándonos una visita
y árboles y montañas, trochas y senderos.
Tenemos el amor de nuestros padres
y de los padres de nuestros padres,
y de aquellos que no fueron nuestros abuelos
pero trabajaron la tierra con sus manos.
Nunca hemos estado solos,
la tierra y los seres estamos engarzados
como eslabones de una misma cadena.
Nená de la Torriente
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