domingo, 12 de junio de 2016



Desear la inmortalidad
es desear la perpetuidad de un gran error 
Schopenhauer 

Ya permanezco. 
No sé en qué momento, 
si fue cuando dejamos de ser  
algo-alguien, 
un nosotros, 
un muchos, 
¡un total el mundo! 
Un existiremos, 
un ojalá exista después de existir 
en este ¿proceso? 
Ya me he quedado un poco 
en esta habitación a oscuras, 
en esta mañana clara 
sin hacer demasiado ruido, 
con un pequeño beso, 
un abrazo, 
sin que se me entendiera, 
¿sin importarle a nadie? 
No lo creo. 
Ya estoy. 
Ya he sido. 
¿A qué acallar los labios 
con promesas de otra cosa 
que las de haber estado ya, 
si acaso? 
No debiera de soñar más allá 
de mis propios y caudalosos sueños 
de este presente único, 
que de ser son ya un espacio en escalera 
generando sus propios 'hijos'. 
¡No renuncio! 
Ni tanta chaladura, 
pero toda 
para el que no sabe leer 
ni ha sabido leer nunca, 
que un poema puede abrirse 
de abajo arriba 
y de dentro afuera, 
como reventarse en millones de esquirlas 
y desmontar cualquier emoción en una sola. 
Ay, amores míos, 
vidas en estas vidas 
o en otras sin haberse visto, 
cariños que no supieron, 
que no pudieron, 
que no les dejó la rueda de la hipocresía 
o la vida misma 
ser lo que quisieron, 
¡cómo os entiendo, 
cómo lamento vuestras vidas!  



Nená de la Torriente

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