jueves, 28 de abril de 2016


¡Cuántas escaleras hay en este cielo! 
¡Escalerísimas como versísimos 
hay en mi íntimo pasaje! 

¿Y qué hay detrás de él, 
una pared, un sol, un mundo perfecto, 
una nube cóncava? 

Puedo saltar de tres en tres los escalones 
y convertirlos en humo, 
y respirarme y llamarme azul. 

Ser zarco perfumado e hilarante pluma 
capaz de volar tan cerca 
como lejos 
hasta el extremo de tus ojos, 
causándote un vahído. 

Puedo reírme con el llanto más desgarrador 
que escupe un pulmón enfermo 
y deletrear la palabra A M O R 
como un animal herido, 

y besarte los labios 
como gota de lluvia primera, 
sorprendida 
por llegar tan pronto, 
y tan tibiamente. 

Y hasta puedo morir pariendo una verdad 
de esas que a nadie le importan, 
porque un rayo de sol vale más 
que cualquier reflejo 
por muy galáctico y 
fulgurante que parezca. 

Porque puedo, 
en mis intimísimas certezas, 
recorrer por repetición la vida, 
andar y desanudar los huesos 
a merced del capricho, 

amar la amanecida o negarla 
como quien repite curso 
por incumplimiento 
y pereza 
con los ojos eternos  
ausentes en la vidriera,
 la razón en otros litigios   
y a punto el alma-metralla.




Nená de la Torriente

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