jugando a un juego que no conoces,
no sea que marques sus reglas,
esas que debería recordar
y piensas que olvidaría.
Juego a seguir jugando ayer,
mañana,
todavía,
hasta esa esquina de la tapia
donde no me sigan tus ojos,
no vayas a decirme
que anduve corta en silbatos,
que me desvelé poco
o que no estuve atenta,
tal vez,
a otras armonías.
Juego sin jugar jugando
a mirar la muerte sin MeloYDrama,
-que jamás invitan a esas damas al baile
de graduación eterno-
Y hasta coquetamente juego
a que mis zapatos encojan
a que mis zapatos encojan
sobre un teclado de risas,
en la escala más alta de todas,
y es que si pudiera correr más ligera
las nubes no serían de agua
ni del tiempo hablarían las estaciones,
¡oh, esas estaciones sin apeadero en vuelo!
¡oh, esas estaciones sin apeadero en vuelo!
Pues he brincado más que la luna
en noches de estrellas sopladas
donde ni los pobres lobos supieron
qué porción de cielo encañonar
para apuntar sus hocicos de música.
No te rías, no.
Aún puedo cenarme el mediodía
y almorzarme la madrugada
y regresar a casa y decir:
¡Esta no es mi casa!
Y salir a vagabundear entera.
para apuntar sus hocicos de música.
No te rías, no.
Aún puedo cenarme el mediodía
y almorzarme la madrugada
y regresar a casa y decir:
¡Esta no es mi casa!
Y salir a vagabundear entera.
Nená de la Torriente
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