A ti que me lees
(gracias)
Me visitas
y te quedas bajo la escalera
con una respiración inaudible.
Piensas que tal vez no imagino
cómo serán tus ojos ni tu nariz grande
ni tus manos heridas,
pero mi cabello se extiende
más allá del jardín,
de la fuente
y hasta derrumba la tapia
que cualquier hombre puso en nombre
de un Dios necesario.
No puedes esconderte.
No deberías esconderte,
que el brillo de la distancia
y el contraste de la sombra
son dos mapas sicofantas,
y soy una torpe inocente
que creció oyendo historias
de allende los mares
y de estas otras cercanías,
con el mismo entusiasmo
que la gusana se enreda
en sus propios anillos
y sabe ser cebo de hermosos peces.
Sé que no entiendes todo
lo que te digo,
como yo no entiendo esto ni aquello
que me empuja,
pero sigo anudando letras
con desesperado empeño
como si la vida fuese una caja chica
donde guardarlas dentro.
No te enojes si falto a mi cita,
si crees que no estoy escribiendo
-que si lo estoy,
pero ando pasajera-
Que aunque adivino que mi entrega
no es una cesta de presentes,
sí te acompaña cuando me visitas,
aunque estés debajo de la escalera
y tu respiración parezca casi inexistente.
Nená de la Torriente
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