sábado, 20 de febrero de 2016

A ti que me lees
(gracias)

Me visitas 
y te quedas bajo la escalera 
con una respiración inaudible. 
Piensas que tal vez no imagino 
cómo serán tus ojos ni tu nariz grande  
ni tus manos heridas, 

pero mi cabello se extiende 
más allá del jardín, 
de la fuente 
y hasta derrumba la tapia 
que cualquier hombre puso en nombre 
de un Dios necesario. 

No puedes esconderte. 

No deberías esconderte,  
que el brillo de la distancia 
y el contraste de la sombra 
son dos mapas sicofantas,  

y soy una torpe inocente 
que creció oyendo historias 
de allende los mares 
y de estas otras cercanías, 

con el mismo entusiasmo 
que la gusana se enreda 
en sus propios anillos 
y sabe ser cebo de hermosos peces. 

Sé que no entiendes todo 
lo que te digo, 
como yo no entiendo esto ni aquello 
que me empuja, 

pero sigo anudando letras 
con desesperado empeño 
como si la vida fuese una caja chica 
donde guardarlas dentro. 

No te enojes si falto a mi cita, 
si crees que no estoy escribiendo 
-que si lo estoy, 
pero ando pasajera- 

Que aunque adivino que mi entrega 
no es una cesta de presentes, 
sí te acompaña cuando me visitas, 
aunque estés debajo de la escalera 
y tu respiración parezca casi inexistente. 


Nená de la Torriente 


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