Le temblaban las manitas
y el recorrido de sus ojos
investía a los colores con aromas.
Ya sé que me digo respira
y aprieto los ojos
para recordar qué me hace sonreír.
Sé que el tiempo es nada todavía
y todavía
no es sólo una cuestión de tiempo.
Ya sé cómo viven los versos
dentro de mí,
nunca fuera,
porque apenas me hablas cuando escribo
y es por eso que cada vez suspiro
con más frecuencia.
Su cuerpo un alfiler de sentidos
todos despiertos,
una laguna su boca
de palabras inexactas.
Adivino tu presencia una y mil lunas
alrededor de mis teclas,
tu burlona sonrisa,
los anatemas lanzados sin balanza
y el miedo a verme bonita,
demasiado bonita.
El alma amarrada a un llanto
mitad dolido,
mitad dichoso;
dos sexos en uno
y demasiado amor para sobrevivir.
Nená de la Torriente
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