sábado, 22 de octubre de 2016


Como dos niños 
para no escondernos, 
para sonreír frente al juicio 
y el reproche. 
Retozones, 
inquilinos de cuevas próximas
y remotas, 
almos de credos 
con arrugas invisibles. 
Como dos ningunos, 
pintamos de alegría 
los escombros,
bailamos al sol 
de medianoche. 
Como dos humildes,  
vemos ubres llenas 
y fiesta 
en la insolvencia, 
anónimos y bendecidos 
a orillas de la risa permanente.  
Como dos mordiscos 
de mañana en el presente, 
   sin alardes, 
     invencibles
Como dos cándidos 
 con lirismo y terneza, 
aliviados por el empeño  
de ser valientes,  
permeables pasajeros. 
Somos 
lo que nadie ve en nosotros, 
la licencia, 
la voluntad, 
el albedrío.  
Como dos príncipes, 
terremoto y calma, 
dos lenguas libradas 
de cualquier chirlo 
y de cualquier dogal. 



Nená de la Torriente  

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