lunes, 8 de agosto de 2016


Desde el primer encuentro 
ya éramos viejos, 
y marinos 
y peces con la boca rota 
por un anzuelo retirado 
con impaciencia. 
No nos preguntábamos 
si quedaban otros océanos 
ni bolsillos donde escapar 
de un destino tan crispado 
como asfixiante, 
ni sabíamos distinguir 
el sabor salado de nuestros 
cuerpos  
de ese otro, también salado, 
de la atafagada atmósfera. 
Tú me miraste con ojos de  
'Esto es el Azar que marca cada 
arruga' 
y yo clavé los míos en los tuyos 
con enojo. 
Ese día dejé de ser vieja 
y marina
y pez de boca rasgada.    
Desde entonces 
no he dejado de caminar 
y aquilatar las verdades 
acerca de todo 
cuanto he conocido.  


Nená de la Torriente

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