Desde el primer encuentro
ya éramos viejos,
y marinos
y peces con la boca rota
por un anzuelo retirado
con impaciencia.
No nos preguntábamos
si quedaban otros océanos
ni bolsillos donde escapar
de un destino tan crispado
como asfixiante,
ni sabíamos distinguir
el sabor salado de nuestros
cuerpos
de ese otro, también salado,
de la atafagada atmósfera.
Tú me miraste con ojos de
'Esto es el Azar que marca cada
arruga'
y yo clavé los míos en los tuyos
con enojo.
Ese día dejé de ser vieja
y marina
y pez de boca rasgada.
Desde entonces
no he dejado de caminar
y aquilatar las verdades
acerca de todo
cuanto he conocido.
Nená de la Torriente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame