Cuento los minutos.
No vuelan,
caminan encima de mis piernas
con sus zapatitos de tacón.
No quiero ser paloma,
la paz no está en las aves,
ni en aquellos que aman
sólo
a
los
animales,
a menudo maltratan a los hombres.
Tampoco está la paz en aquellas
que defienden su sexo
como refugio y fortaleza.
Suelen destronar
la ley natural
en pos de una guerra absurda:
Nunca se corrige un error
con otro.
Ni en el exceso de la idea
nace la verdad absoluta,
sí la necedad.
No quiero ser bandera,
que mi cuerpo me pertenezca a mí
no al pedazo de greda
donde vayan a dormir mis huesos.
Las telas se rasgan por dineros
y por un trozo de paño se mata.
Cuento los sonidos de la noche.
No me hablan,
susurran soledades idénticamente mudas.
Lamentable es ser origen y causa
de tanto despropósito,
y al tiempo
ser una creación tan maravillosa.
Nená de la Torriente
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