miércoles, 2 de diciembre de 2015




 Carta Intermedia

Me percaté del ~nos~ 
cuando el ~me~ estaba dolorosamente 
desnudo. 

Me percaté del terror de asomarme 
al pozo 
de las lapidaciones. 

Ya no importaba lo que tardasen 
en recorrer mi cuerpo, 
ni que no conociese los ojos 
que iban a descubrir mis lunares. 

Había cruzado la línea más fina 
de todas: La del Secreto. 

Podía guardar maletas llenas 
de verdades 
o no guardar más que mentiras, 
ser una muñeca de porcelana 
o un bisturí, 

un silencio, un grito, 
una luz que se apaga 
o una alborada cegadora. 

Tú no ibas a entenderlo, 
ni tú, ni tampoco tú, 
pero tal vez algún día 
alguien sí. 

¿Qué cabía en un poema? 
¿Qué reclamaba de mí? 
¿Qué clase de broma era 
la de creer que armábamos al poeta? 
¿Cuál la de pensar que formábamos 
parte de la poesía? 

Y no llegó el amor 
-porque los cuentos no acaban bien, 
nos engañan- 
Cada uno miraba hacia un punto distinto 
del paisaje, 
y los versos tropezaron 
y las palabras se enredaban. 
Llegaron vientos que arrancaron 
consonantes 
y volvieron a las vocales tímidas. 

Todo parecían restas: 

~Yo quito y tú te llevas, 
y esto no es arte, y quédate quieto, 
y no sigas~


Al final del camino dejamos de intentar 
conquistar la palabra, 
de alcanzar la colina 
con nombre de magia. 

Pero ya ves, 
seguimos en la ladera caminando
porque nunca supimos 
hacer otra cosa. 



Nená de la Torriente

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