miércoles, 9 de diciembre de 2015

Lo único que necesitas 
no puede ser único, no insistas, 
que la pluralidad es más tuya 
que la de ese río donde te bañas. 

Y me señalas con el dedo, 
airado y cejijunto 
como si no entendiera 
que tus premuras 
        te corren prisa, 
ni que consisten 
para ti en sólo una. 

Ella. 

Sigues pensando 
que el mar es un vaso  
hacia la locura, 
que puedes beberte 
si te da la gana, 
que no hay medidas 
por encima 
de tus medidas, 
ni semáforos 
para tu carrera. 

Tampoco respuestas 
hostiles ni inoportunas 
que den al traste 
con lo que persigues. 

Ella.

Gañita lo que quieras 
en esta habitación 
sin orejas, 
nadie querrá venderte 
un poco de locura 
ahora que todos 
quieren estar locos, 
ni te creerán enamorado 
ni enfermo de frenesí amoroso. 

Porque Ella eres tú 
y ese brillo
que reconociste en tus ojos,
ese pasado que ya no vuelve,

aquel Yo 
que te gustaría recostar
en la tumbona,

y las horas, sus minutos,
los segundos mágicos
de silencio y de ternura,
que fueron más tuyos 

que de Ella.



          Nená de la Torriente

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