Caminamos como peces
buscando una orilla
que no nos pertenece,
ignorando que son
aletas y no pies
lo que nos impulsa
que nuestro destino
es el agua
y no la arena,
siempre tercos
buscando la maravilla.
Así de torpes en
diciembre,
cuando la sonrisa se
descuelga
tan sencilla como generosa,
a cuévano de burra, comercio
y cena de familia
intentando entender
el amor de abrazada
con sabor a turrón
y siesta,
si es en esta España
aturdida y necia.
Las “aches” se
confunden con suspiros
y la humanidad
recuerda una niñez
nada absurda que nunca debió
perderse.
Yo te cambio un
caramelo
y tú desconfías,
me das la mano y
yo
tardo en recogerla.
Para cuando nos
damos cuenta
ya hemos dormido los
rencores
de la sima más
profunda de todas:
El Olvido.
Y así hasta enero,
febrero,
un poco de calor que
anda suelto.
Despertarse a la
vigilia de lo que estamos
necesitando:
Que el corazón
dicte cariños
y que las herencias
callen
hasta la próxima primavera.
Nená de la
Torriente
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