VIVIR
A la ligera sostienes mi gravedad,
como yo sostengo el mundo
con estas dos manos de madera.
Hemos vivido en la galena
y en el olor a combustión
de todos los infiernos,
en la preñada explosión de las flores
hasta asaltarnos el aliento
y
dejarnos azules,
en el pentimento de los placeres
que tapizamos con pájaros inmóviles.
Tú apoyas la espalda en mi espalda
y rechazas llenar la copa con resacas.
Piensas que la cana ha valido la pena,
y que las alegrías,
tantas alegrías que llenaban las sábanas
no podrán desanudarse
de nuestras pieles,
ni con la amnesia más severa.
Yo creo lo mismo que tú
pero
aún sigo sorprendiéndome.
Nená de la Torriente
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