Todo se despierta
pero no a la misma vez.
No te condeno a mí
-pensó el árbol al mirar el cielo-
aunque podría
y al mover las ramas sintió el viento
y las hermosas nubes
como algo suyo.
Sumó cincuenta anillos
hasta darse cuenta
de quién era el condenado,
y que aquellas nubes,
las estrellas en su
punteada cuna
y el azul menguante
nunca
fueron suyos.
Cada una
de las maravillas del mundo
se miró a los ojos de
otra
y cometieron idéntico engaño,
el error de medirlo todo
desde su propio corazón.
Nená de la Torriente
Precioso. Me gusta mucho.
ResponderEliminarMe alegro mucho Luix...
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