lunes, 7 de septiembre de 2015

CUENTO DE AMOR


Perdí mi batalla contigo. 
La belleza tiene nombre de agua, 
susurro de lluvia 
y el aspecto de la roca besada 
por la marea 
con el verdinegro de los siglos. 
La historia de un verso perdido 
no es la historia de un abandono, 
es el pequeño cuento de un suicidio, 
porque el amor 
siempre se nos vuelve drama.

Deporto el alma a un suburbio 
como Vaulx-en-Velin, 
y mi tristeza se enreda en Pallarés 
buscando peces dorados. 
Mais qu´est ce que tu veux que je te dise? 
Mi francés murió con el lunar cerca del labio 
ese que atacaron las termitas, 
como debió de morir tu ansia 
por colarte en una habitación conmigo 
y burlar las horas con todos sus ángulos. 

Recuerdo tus cabellos griegos. 
No, no es cierto, 
los siento aún entre las manos 
porque son míos como lo fueron antes, 
y en este instante no te maldigo 
como no pude maldecirte ayer 
cuando el dolor era insoportable. 

Sí, al final conseguí vibrar 
como todos lo hacen. 
No voy a celebrarme por eso. 



Nená de la Torriente

domingo, 6 de septiembre de 2015


Hay tanto de carretera en este mar 

y de ave en estos coches, 
que mirar es remirar con la piel vuelta 
y pensar, ir a lomos de una ballena 
que amenaza con hundirse en el húmedo, 
para devolvernos de golpe a la cima 
ya aturdidos y sin juicio. 
Hay tan poco de amor en algunas manos 
que las quimas de higueras secas 
parecen sus dedos, 
aunque nos empeñemos en buscar la vida 
en sus brotes de septiembre o de junio, 
en forma y modo de un roce 
que no va a llegar nunca. 
Hay tanto de dolor en tu risa 
y de vértigo en tus dislocados versos, 
que leerlos es anudar tripas con dogales 
que gritan pidiendo una chaira, 
para soltarse de ti y alejarse solos. 
Hay tanto de soledad en los techos 
y de rotos entre las tejas, 
que nos asusta mirar al cielo 
por si nos devora su reino, 
y las estrellas se multiplican 
con desacoplados brillos. 
Hay tan poco de humanidad 
ya en los besos, 
que los labios se reinventan hacia dentro 
en busca de un yo desesperado, 
y los gestos se van alquilando, 
y el tiempo nos gana por una carcajada 
amplia y ensordecedora, 

al haber dejado de soñar
y habernos traicionado tanto. 



Nená de la Torriente

jueves, 3 de septiembre de 2015


No me traigas un pájaro, 
déjalo seguir su rumbo 
tan desconocido para mis ojos 
y mis pasos. 
El cielo es una odisea bellísima 
en la que no camino 
ni con la que mantengo 
conversaciones. 
Pero sigo, 
despacito o a salto de vértigo, 
no importa el tiempo que me lleve 
ni si ocupo un espacio que no es mío 
-los ojos aprenden a lavarse a cada poco- 
Soy vagón sin locomotora 
en cuesta infinita de bellísimos paisajes. 
Sé que no me quieres, 
ni tú tampoco, 
ni aquel que tanto me escribe, 
aunque recojo sus palabras de amor 
con un esmero tan esforzado como impaciente, 
por si han de sonar las campanas 
y debo de volver a casa 
donde un techo me cubre. 
Nunca entenderás, y no lo reprocho, 
sólo puedo darte todo este amor 
para que tal vez aprendas a entregárselo 
a otras. 
Soy consciente de que el tiempo 
no corre a mi favor, 
pero sí de que tengo la voluntad de la tierra: 

Las semillas empiezan a llamarme 
por mi propio nombre. 



Nená de la Torriente

miércoles, 2 de septiembre de 2015

CARACOL ERRANTE


Se detiene el pulso,
no el suyo, el del mundo, 
el susurro perdido de unas ramas 
le adormece. 
Está pasando, 
sin fiereza ni fauces ha despertado 
y se ha llevado la humedad 
a una estancia abierta, 
entre recortes de muro y olor 
a cáscara y a baba amable. 
Ella lavada por sus propios círculos, 
tan ciega, 
se deja olvidar inconscientemente 
como si nunca hubiera tenido poder, 
como si nunca le hubiera amado. 
No va a rescatarlo, 
nunca pensó en hacerlo. 
Su humanidad abarca 
el espacio que anida su hogar 
y su eco,
él debió comprenderlo entonces 
como lo comprende ahora. 

Caracol que partes por el mundo 
sin tu casa rígida, 
estás solo, 
estamos solos 
pero podemos gritar que somos libres 
¿quién dijo que fuéramos dioses?  


Nená de la Torriente

martes, 1 de septiembre de 2015


Tal vez 
amante de las desilusiones, 
los ambages son más propios 
de los que se indagan. 

Subido al encerado 
no distingo tu dedo anular 
de la tiza que araña el verde oscuro, 

ni ese trazo 
que hace el papel de periódico 
sobre el bocadillo, 
de ese otro que nace
del propio aliento del pan, 

-tan de colegio, 
tan de recompensa y sufragio, 
nada dómine ni sofisticado- 

Debo apagarme un rato, 
en el extremo más afilado 
de este extremo. 

Ver cómo se detienen mis pies 
seguros de haber encontrado 
algo candoroso y verdadero, 

no otra añagaza voceando ruinas. 

Si no estuviera desfallecida 
por el sonido de simuladas olas 

-humo encima de humo 
inventando pesca y amores, 
y acantilados, 
y bellas rocas- 

te amarraría con cables, 

pero sólo puedo avalar mi inocencia 
y la lisura de mis propios besos. 

Una vez más se me aviene un tú 
como aquellos tantos, 
pero no sé cuántos lograrán acabar 
con la trampa del corazón 
sin repostaje.

Cada músculo es diferente. 

Por qué mentirse.  
Es un misterio para mí. 




Nená de la Torriente