No todos los días ni a todas horas,
con el nido que reclama el pájaro
o la libertad sus alas,
la paridad no desaparece.
El día, su espalda negra.
El terciopelo, el percal,
la atocha sobre la piel malévola.
Las cosas han de venir ondulantes
como el agua sabe traerlas.
Si le preguntas al árbol
tal vez te responda la grieta
(a veces insobornable)
y si a la nube,
la hacedera más común
en su lecho familiar.
No todos los días ni a todas horas
se habla hacia adentro,
se ríe hacia afuera;
nos subyuga el amor
o no nos llega
y se emancipa el dolor en ésta
o en otra jungla.
Nená de la Torriente.
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