eso que se cose a la belleza,
aquel pueblo o ese otro
donde todos los carros surcan.
Que vive en el bache del suelo,
en la ceja enojada que busca a la tierna,
en lo exotérico y en lo inaccesible,
tan extraño,
que ni se le puede dar un nombre.
Me dicen que no son las cruces,
ni las dudas, ni los rompecabezas,
tampoco una voz familiar
de la que uno logre deshacerse.
Golpeo el cosmos
-hoy caprichosamente cuadrilongo-,
le pateo
con todos sus caminos y todos sus carros,
sus delineados "acepto" y "es lo correcto",
el modo light, el natural,
la luteína, los omegas buenos.
Me río a carcajadas de esta Nueva Era
que llaman de luz sin entenderla,
y de esa otra casi blasfema
con fórmulas siempre rentables.
Miro hacia adentro y sólo veo lo de afuera,
un sol de escándalo, la posibilidad,
el amor, el riesgo.
Vivo.
Nená de la Torriente
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