domingo, 4 de diciembre de 2016


Me estabas esperando,
sé que has silbado
sobre los pastos de Cabuérniga,  
codiciando un mugrón 
para soñarte de nuevo.
Me preguntas y no sé a quien escribo
en esta carta interminable
de apilados verbos.
Me detengo y respiro,
giro los ojos hacia todas partes
como una turbina enloquecida
devorando el aire.
Crees saber quien escribe,
cómo huele mi pelo,
el tacto de mi piel ,
mis andares.
Te abandonas a las sombras
que imagino,
ahora que mi pulso sucede
lento como la voz dormida,
campante
como el humano sin recelo.
Llévate de mi 
el palio por debajo de las nubes,
la boira que ahoga mis pulmones
despacito,
y quédate con lo que ahora sé y
me complace: 
El sol, el árbol, las estrellas,
la luz de todos los ojos.
Acepta el escaque de los días
a saltos insobornables,
siempre entre blancos y negros,
y piensa sin pensar deprisa
cómo concursa la vida
entre abrumados trancos
y levedades. 
 
 
Nená de la Torriente

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