L O V E  a  L O T 
Nos faltaba el aire 
que arropa los regalos, 
el lazo catastrófico, 
la cunda que porta 
las miserias 
y ese miedo a la felicidad, 
a la imprudencia. 
Llevábamos un hilo 
sin costura, 
el lápiz de babas y 
su adivinanza borrosa, 
la ilusión que nada teme 
y la palabra más obscena 
e imperfecta.  
El beso 
¡oh sí el beso! 
Con una pasión 
desconocida. 
Me dijiste me quedo hoy y 
mañana 
y te creí, 
como amarré a mis muslos 
tu capricho aniñado 
que jamás supo de Adán ni 
del pecado de Eva. 
Sospecho haberme distraído, 
haber reventado la carne 
en promesas absurdas, 
llamar a la enfermedad  
con mi loca transparencia 
para dejarla anidar 
en todos mis huecos. 
No sé si me quisiste 
y al cabo importa menos 
que haber alcanzado la luna 
en el mismo océano, 
un improvisado oasis 
en vísperas 
de ese pasado que nos adelanta. 
Quién quiso hablar de amor 
a los cincuenta 
y no urdió albacaras y fortalezas, 
quién no amó una quimera
y su dulce esperanza 
de repoblar el bosque más íntimo, 
si no fuiste tú te perdono. 
Nená de la Torriente
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