Ya te tiendes confiado en mi disparate
y manejas las hojas de los libros
como si fueran agujas,
confundes esta sonrisa tierna y
mi cortesía
con la estupidez y la flaqueza.
Si pudiera llevarte el canto de la alondra
sobrevolando la montaña caliza
sin abarrajar tu línea de certezas
(ni tu alto sentido de la música),
ambos nos pensaríamos
como dos flautas dulces
buscándose en la escuela.
Cómo convencerte,
acertarte,
referirte,
que hay delante un infinito
lleno de estrellas
y que su luz oculta otras detrás,
que sentarte a respirar en un ajedrezado
aturde los sentidos
y los juicios más exactos.
Cómo acercarme a tu perspicacia,
a tu irreflexión, y
sacudirlos junto a los bienes del mundo
ocultos a tus ojos de soldado,
extraviarte la mirada hacia otra ocasión
que no sea este tiempo en que te engañas.
Debería haberte enseñado
hace mucho,
mucho tiempo,
mucho tiempo,
el esplendor y la magia
de lo que ahora te resulta insignificante.
Nená de la Torriente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame