Puedes volver a peinar margaritas
o a erizar la piel de las montañas
con tu mano de párvulo,
atrabancar una vez más el mundo
desarmando reinos personales,
sólo con una palabra.
Y qué de tu cabeza imprudente
cuando la luz la alcance,
cuando todo te habite distinto a los recuerdos.
Y qué si baja la luna y no la esperas
o se impacienta sobre ti la voz del mesurado.
No me llores más.
Detén el ardid de lo mohíno,
los hierros de la ternura
atados inevitablemente a lo frívolo,
el cariño agónico y huero,
las lamentables mañanas y
sus penas de vidrio.
Súbete a las palabras magas,
a los ritmos locos del corazón estrella,
a la armonía simple.
Pero si vas a sacrificarlo todo
aléjate de mis ojos,
de estos dedos,
de mi cintura,
de esa verdad a medias
que utilizas para negarte,
y no
me llores
más.
Nená de la Torriente
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