domingo, 29 de mayo de 2011

No es el verbo.
La voz se arrima a la roca
y sucumbe a la amayuela esquiva.


Es el abrazo tibio,
el anárquico roce,
la calinosa mirada, 
perpetua,
inimitable.


Somos fieras de séquito,
seres humanos
en busca del mimo.
Manos sobre manos,
dedos que tropiezan
con orgánico designio.
Pulsos, ardentías,
la piel que sueña
sudar con piel;


pero yo te escribo,
aunque sepa 
que no es el verbo
ni la voz,
que se arrima
a cualquier roca
en busca de esquivas 
amayuelas anónimas.


Nená

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