INTERMINABLE
Escribo como quien habla
sin saber que le escuchan,
a todos los ojos que no he mirado,
a las imágenes que se me escapan;
a los traidores,
a los inocentes,
al pueblo que se adormece y al que lucha;
al olor del pelo de mi hija,
al cazador de seres sin escrúpulos.
Escribo al hombre que se conoce
y al que se oculta,
a los reinos,
a las naciones,
a las aldeas más chicas,
al ladrón de los ladrones
y al fanático idiota.
Escribo a los imposibles y a la rutina,
al ignorante de sus miedos,
al que vacila,
al que se arroja,
y al que doblaron su peso
con inmerecida gloria.
Escribo al que se gusta
y al que se desprecia,
al que utiliza conceptos,
al que los abandona;
a la feminista,
al machista,
y al sensato ser humano
que vadea entre sus mundos.
Escribo al que cree en Dios
y al que le niega,
a todas las re-ligazones,
al vivo y al que yace,
al monte de miserias
y a su jardín de luces;
al psiquiatra que se encuentra
en sus dolientes,
a la aliviada y oscura viuda,
al que ama sin saber que lo hace
y al que nunca ha sabido amar.
Escribo al egoísta y al que todo lo ofrece,
al subido en el altar de los merecimientos,
al despechado,
a la niña, a la mujer, a la vieja,
a la pequeña quima
que aún no sueña con ser sapino;
al que no se encuentra
y al que no se mira,
al galán enamorado que se piensa poeta,
a la bruja de tres escobas,
a la madre abnegada y al hijo hipócrita,
al cuarto y mitad de hombre,
al ser extraordinario.
Escribo para abrazarte,
para abrazarme,
para saber que pertenezco a este sitio;
a los corazones que se piensan,
a las mentes que se extravían,
al acomplejado que se encumbra
y al humilde ensombrecido,
al que niega el talento,
al que alaba lo absurdo.
Escribo al niño que sonríe a otros niños,
al que se abraza a sus juguetes,
al hambre que mata venideros,
a las carencias y a los excesos,
a los soldados
y a los que levantan edificios;
a las maneras abiertas,
a las cerradas,
al amable y al penoso,
a la primavera rabiosa,
al amor, al odio.
Escribo al que escribe
a éste y al otro lado del mundo,
al que medita,
al envidioso y al espléndido,
a todas las lenguas y a todos las bocas,
a la mentira más absoluta
y a los miles de millones
de certezas;
a lo que me queda,
a lo que te queda
y a todo lo que dejó de existir.
Nená de la Torriente
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