sábado, 13 de mayo de 2017

INTERMINABLE 
Escribo como quien habla 
sin saber que le escuchan, 
a todos los ojos que no he mirado, 
a las imágenes que se me escapan; 
a los traidores, 
a los inocentes, 
al pueblo que se adormece y al que lucha; 
al olor del pelo de mi hija, 
al cazador de seres sin escrúpulos. 
Escribo al hombre que se conoce 
y al que se oculta, 
a los reinos, 
a las naciones,  
a las aldeas más chicas, 
al ladrón de los ladrones 
y al fanático idiota. 
Escribo a los imposibles y a la rutina, 
al ignorante de sus miedos, 
al que vacila, 
al que se arroja, 
y al que doblaron su peso 
con inmerecida gloria. 
Escribo al que se gusta 
y al que se desprecia, 
al que utiliza conceptos, 
al que los abandona; 
a la feminista, 
al machista, 
y al sensato ser humano 
que vadea entre sus mundos. 
Escribo al que cree en Dios 
y al que le niega, 
a todas las re-ligazones, 
al vivo y al que yace,  
al monte de miserias 
y a su jardín de luces;
al psiquiatra que se encuentra 
en sus dolientes, 
a la aliviada y oscura viuda, 
al que ama sin saber que lo hace 
y al que nunca ha sabido amar. 
Escribo al egoísta y al que todo lo ofrece, 
al subido en el altar de los merecimientos, 
al despechado, 
a la niña, a la mujer, a la vieja, 
a la pequeña quima 
que aún no sueña con ser sapino; 
al que no se encuentra 
y al que no se mira, 
al galán enamorado que se piensa poeta, 
a la bruja de tres escobas, 
a la madre abnegada y al hijo hipócrita, 
al cuarto y mitad de hombre, 
al ser extraordinario. 
Escribo para abrazarte, 
para abrazarme, 
para saber que pertenezco a este sitio; 
a los corazones que se piensan, 
a las mentes que se extravían, 
al acomplejado que se encumbra 
y al humilde ensombrecido, 
al que niega el talento, 
al que alaba lo absurdo. 
Escribo al niño que sonríe a otros niños, 
al que se abraza a sus juguetes, 
al hambre que mata venideros, 
a las carencias y a los excesos, 
a los soldados 
y a los que levantan edificios;  
a las maneras abiertas, 
a las cerradas, 
al amable y al penoso, 
a la primavera rabiosa, 
al amor, al odio. 
Escribo al que escribe 
a éste y al otro lado del mundo, 
al que medita, 
al envidioso y al espléndido, 
a todas las lenguas y a todos las bocas, 
a la mentira más absoluta 
y a los miles de millones 
de certezas; 
a lo que me queda, 
a lo que te queda 
y a todo lo que dejó de existir. 

Nená de la Torriente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Háblame