sábado, 23 de agosto de 2025


Jugamos a perder todo el tiempo 

con la impostura del invicto.   

Ni un gesto de derroche o debilidad  

ni un aliento en la nuca de nadie. 

Fieros o a sotto voce 

con la sonrisa amarga del mendaz. 

Jugamos a enredarnos en cáfilas  

a trenzar reatas 

que nos unirán a otros cuerpos  


los mismos perdedores  

las mismas voces roncas  

los mismos labios heridos. 


Perentoria muerte de lo que nos hacía únicos. 


Pero a veces, sólo a veces  

una luz se posa justo encima de la nariz 

y nos roza bajito  

nos bisbisea que todo vuelve a empezar.  

Y es entonces   

en esa línea de vértigo exquisita  

cuando la vida es más hermosa que nunca. 


Nená de la Torriente


martes, 18 de febrero de 2025



Todos los ojos eran tuyos y míos, 
con esa limerencia 
hambrienta y poseída 
con que el corazón desviste 
a otro corazón, 
pero eso aún no lo sabíamos. 

Bajo el tejo 
ganábamos la esperanza de vivir, 
la calidez de la mudez y del consuelo. 
 
Jugábamos a no medrar, 
a olvidar la tonsura del anciano, 
frágiles y desprolijos 
de todas las argucias de los adultos, 
esos que nos llamaban siempre a gritos. 

No hubo un tiempo mejor ni más amable. 

Deseaba una y mil veces 
 comprar la memoria de los árboles, 
la bella hosquedad de los barrujos 
apelotonados en el suelo, 
la magia en el suspenso de la tarde, 
cuando todas las luces se inclinaban sobre ellos 
y me devolvían las palabras. 

No hubo un tiempo más nuestro ni más amado 
que el vertido entre los prados 
de afilados aromas, 
y aquellas mañanas invadidas 
por una pugna invisible, 
la de crecer sin darnos cuenta. 


Nená de la Torriente

 

jueves, 9 de enero de 2025

INELUCTABLE

   

Así te digo: 
Ni con veinte aldabas en veinte puertas  
la mañana puede llamar de seguido 
a la noche.   
Todo se precipita en un pulso propio,  
mediodías y tardes llenas, 
sátrapa caída de pautas exactas;  
una línea burlona que parece más curva 
que el arco de la luna en los junios eternos. 

Así te pienso yo, 
así yo te pienso. 

Y cuéntame tú: 
Cuánto te queda de viento, 
de contención, 
de azogado silencio, 
para llegar hasta este velero helado en un instante. 
Que mi corazón es pequeño, 
mis manos hueras 
y mi vida una fría tormenta 
sin un raído sueste. 


Nená de la Torriente