Jugamos a perder todo el tiempo
con la impostura del invicto.
Ni un gesto de derroche o debilidad
ni un aliento en la nuca de nadie.
Fieros o a sotto voce
con la sonrisa amarga del mendaz.
Jugamos a enredarnos en cáfilas
a trenzar reatas
que nos unirán a otros cuerpos
los mismos perdedores
las mismas voces roncas
los mismos labios heridos.
Perentoria muerte de lo que nos hacía únicos.
Pero a veces, sólo a veces
una luz se posa justo encima de la nariz
y nos roza bajito
nos bisbisea que todo vuelve a empezar.
Y es entonces
en esa línea de vértigo exquisita
cuando la vida es más hermosa que nunca.
Nená de la Torriente