martes, 25 de octubre de 2016


Le temblaban las manitas 
y el recorrido de sus ojos 
investía a los colores con aromas. 

Ya sé que me digo respira 
y aprieto los ojos 
para recordar qué me hace sonreír. 
Sé que el tiempo es nada todavía 
y todavía 
no es sólo una cuestión de tiempo. 
Ya sé cómo viven los versos 
dentro de mí, 
nunca fuera, 
porque apenas me hablas cuando escribo 
y es por eso que cada vez suspiro 
con más frecuencia. 

Su cuerpo un alfiler de sentidos 
todos despiertos,  
una laguna su boca 
de palabras inexactas. 

Adivino tu presencia una y mil lunas 
alrededor de mis teclas, 
tu burlona sonrisa, 
los anatemas lanzados sin balanza 
y el miedo a verme bonita, 
demasiado bonita. 

El alma amarrada a un llanto 
mitad dolido, 
mitad dichoso; 
dos sexos en uno 
y demasiado amor para sobrevivir.


Nená de la Torriente

sábado, 22 de octubre de 2016


Como dos niños 
para no escondernos, 
para sonreír frente al juicio 
y el reproche. 
Retozones, 
inquilinos de cuevas próximas
y remotas, 
almos de credos 
con arrugas invisibles. 
Como dos ningunos, 
pintamos de alegría 
los escombros,
bailamos al sol 
de medianoche. 
Como dos humildes,  
vemos ubres llenas 
y fiesta 
en la insolvencia, 
anónimos y bendecidos 
a orillas de la risa permanente.  
Como dos mordiscos 
de mañana en el presente, 
   sin alardes, 
     invencibles
Como dos cándidos 
 con lirismo y terneza, 
aliviados por el empeño  
de ser valientes,  
permeables pasajeros. 
Somos 
lo que nadie ve en nosotros, 
la licencia, 
la voluntad, 
el albedrío.  
Como dos príncipes, 
terremoto y calma, 
dos lenguas libradas 
de cualquier chirlo 
y de cualquier dogal. 



Nená de la Torriente  

viernes, 21 de octubre de 2016


Me lees y creas viento 
y nace el viento cuando escribo. 

Del cielo los estornudos 
que amansan las soledades 
imprudentes. 

¡Viento para las lágrimas 
para las penas, todas! 

¡Vendaval que levanta la tierra 
desde los pies umbríos, 
que libra al callado 
de su secreto! 

Aire furtivo y manifiesto, 
que públicamente se expresa 
para seguir huido,

que arruina las lizas de los hombres 
con airón de nubes crecidas 
e invita a la magia de la sonrisa 
para que se burle entera 

de toda la maldad del mundo.





Nená de la Torriente

lunes, 10 de octubre de 2016

Celebro el invierno griego 
en tus ojos terrosos  
y me resigno a no ser jazmín 
cuando me miras. 
No me engulle el yo
en este aroma de nieve, 
tampoco el tú bondadoso
o inicuo.  
Detrás del mundo hay un mundo  
que habla tenue, 
que se mueve en pausa, 
que parpadea. 
En la liviandad de este momento 
los caminos se enrejan ahí afuera,
se difuminan en aleteos 
vertiginosos. 
Desde el capricho de este no estar 
entre tu esfera y la mía, 
de fluctuar en ínfimos, 
llega la paz y la conciencia,  
la indeclinable humildad,  

el instante preciso 
                      para el recogimiento. 


Nená de la Torriente

miércoles, 5 de octubre de 2016

Quiero...

Quiero la uña y su marca 
en la piel tierna, 
en la arena indómita  
y en el bosque fecundo. 
Quiero recuerdos, 
como el río
que deja fugaces orillas 
y tiene memoria, 
que le coletean peces 
y paisajes únicos.
Quiero que me hables
con esa dialéctica 
del que ama mucho, 
del que todo lo quiere, 
 y que atiendas a verbos 
con demasiado peso. 
Quiero ser el día de 
renovar intenciones 
y no ser visita 
con caja de hojaldres. 
Quiero que me mires 
con ojos de leña 
y que me toquen tus dedos 
como nata en la leche. 
Que me distraiga tu mundo 
de lo inútil de todo 
y que me enarboles entera 
como a leves enaguas. 
Quiero que no me ganes 
para martirizarme luego, 
que no me olvides 
para que te anhele. 
Quiero que me lleves a tus labios 
sin pecado de soberbia, 
que seas mi sencillez 
y mi constancia, 
mi segundo de paz 

para siempre. 


Nená de la Torriente

domingo, 2 de octubre de 2016



Ya no tengo prisa, 
los jardines han echado sus candados 
y al aire le sobra sombra. 
Vendimio de poco en nada 
los otoños de sol en los bancos 
con sus disparos delgados, 
y bebo sólo agua 
que a la razón no le gusta que me amohíne. 
No espero inquilinos a dilatar mis ansias 
ni peces de colores en los labios. 
Dejo que el arroyo manso siga librando 
lo que no libran mis manos, 
y me abandono en su orilla. 
Ya no tengo prisa, 
en las noches duermo a ratos de guillotina 
y me despierto como ayer, 
con arrugas en los párpados, 
muerdo la punta del día para que me cabalgue 
y sigo sonriendo,  
como si me hubiese devorado  el sol. 


Nená de la Torriente