domingo, 29 de mayo de 2016



Tentar el verso desde el sentir 
el alma del cantar desde la voz, 
si el tallo languidece a qué esperar 
belleza en el brote.
Todo lo que está ha llegado 
en un brindis de espera compartida 
o tan solitario como doloroso.
En esa aventura de intenciones 
se asendera lo que más tarde brilla
con su propia luz, 
una resulta u otra  
que determina quién 
o qué has decidido
que eres. 
No puedo decir 
abriendo las fauces como un león 
soy poeta, 
ni negar mi esfuerzo 
porque sería necia.
No puedo pensarme 
arráez de hermosa embarcación,
pero sí bote a veces a la deriva 
otras ceñido a los remos. 
Este camino ha sido el sentir. 
El canto: Un grito constante,
y este cuerpo permanece erguido 
a pesar de todas las horas  
aun no sabiendo cómo lloverse 
ni entendiéndose entero. 
¿Qué le pido al mundo más amor? 
¡Sí! 
Ni a la imaginación le cabrían más letras, 
acomodadas,  anárquicas, puñeteras, 

pero el tiempo no corre al trote 
de los sueños, ni a favor de nadie. 
¿Te vienes conmigo? 
Anda, dime que sí. 


Nená de la Torriente

jueves, 26 de mayo de 2016

Irónicam(a)nte 


Quererse profundamente 
en este mundo extraño 
cuando lo común es lo callado, 
la desdeñable vulgaridad, 
el regurgitar del término sacrificio 
en film de plástico, 
el repudio o la indiferencia. 
Nos indican con el anular 
siempre el mismo remedio arraigado 
de amarse a uno mismo, 
y lejos de ganar en logros generosos 
de máxima grandeza, 
revierte en con(e)mociones individuales, 
en estados de éxtasis íntimo, 
tan inútiles para la entrega 
como idóneos para la mezquindad y la sordera. 
Y giramos y hacemos cabriolas 
soñando que lo intentamos todo, 
que somos los amantes perfectos, 
los salvadores del resto de los infelices. 
Pobrecitos todos 
que ayudamos tan desprendidamente 
y qué poquito nos comprenden, 
con lo buenísimos que somos 
y con todo el amor que les ofrecemos 
al mirarlos tanto y con tanta devoción,
siempre detrás  
de nuestro hermoso reflejo. 



Nená de la Torriente

miércoles, 25 de mayo de 2016


¿Cuántos desahucios soporta un corazón? 
Al volver del espigón 
el mar parecía distinto. 
El mundo no quiere a la gente triste 
-Me dijiste- 
Pero yo no estoy en cesión, 
no he sabido nunca estar en venta. 
Al cruzar la autopista 
el mar volvió a ser el mismo.  
Atónito me miraba 
como si estuviera más vivo que yo, 
como si realmente estuviera ahí. 
No sé porqué no ves el mar 
en este Madrid inmenso, 
se puede ver en cada calle ancha, 
en el murmullo de la gente que se precipita, 
entre las hojas de los árboles, 
aquí en mis ojos y en los tuyos, 
en la mano del niño, 
hasta en los silbidos de la noche más oscura. 
¿Pero cuántos desahucios soporta un corazón? 
Si no fuera por esta risa loca 
que amo tanto, 
casi siempre atolondrada e inocente, 
y por el deseo 
de que el corazón arrostre
el mar ya me habría engullido 
con verdadero apetito. 




Nená de la Torriente

martes, 24 de mayo de 2016


Ahora no es tiempo de ser tiempo, 
lo es de besar, 
de anudar los dedos, 
de abandonarse a las caricias, 
de quererse sin respuestas, 
sin plazos, sin juicios apodícticos 
ni discutibles. 
Ahora no es lugar de ser lugar, 
lo es de ser temperamento, 
esencia en los ojos y en la lengua, 
eternidad, 
amor por encima del amor mismo, 
no cabe tu cuerpo ni mi cuerpo, 
tu necesidad ni mi necesidad. 
Ahora no es momento de ser momento 
para las grandes deliberaciones, 
ni para los tues por debajo de los yoes, 
ni para resolver asuntos fuera o dentro de uno, 
ni para pensarse pensándose, 
ni para creerse sin fe.
Lo es para el abrazo sencillo, 
respirado, profundamente estrecho, 
donde no exista el lenguaje, 
ni el deseo en su simpleza, 
ni ninguna revolución más poderosa 
que esa conexión. 


Nená de la Torriente 

jueves, 19 de mayo de 2016

Un poco de esto, un poco de nada


Me puse las espuelas para salir despacio 
y dije te esperaré. 
A veces se me ocurre invertir el orden de las cosas 
cuando ando tan felizmente estremecida,  
y se me olvida que enseguida olvido 
lo que es estremecerse, 
y lo que es que alguien llegue, 
aunque nunca lo que es esperar.

Al bajar de rellano en rellano 
creí cruzar los cinco continentes, y 
confundí el sonido de las tuberías 
con el discurso de los grandes ríos, 
¡oh, qué grandeza, qué sensaciones! 
El mundo era una pelotita insignificante 
en las palabras que salían de mi boca. 
Cuando regresé al cuarto todo había encogido 
y el corazón achicaba agua salada 
como quien lo había hecho muchas veces. 
No tenía ni un sólo bote, 
viajaba con un triste remo que pintaba en lápiz. 
Aquella realidad y no otra 
nada enturbiaba ésta que tenía en los cajones: 

Tus hermosos ojos. 
Los hermosos ojos de todos cuantos había visto. 
Los deliciosos humanos. 
Los humanos odiosos. 
El tierno roce de unos dedos anónimos. 
Este pulmón que me partía el pecho 
con cada paso lento conmocionado 
y todo aquello con lo que soñaba y escribía. 
Lo que me importaba y lo que me era ajeno. 
Cada palabra de otro que se había quedado conmigo 
y todos aquellos actos que pergeñé 
para que alguien me quisiera. 


Nená de la Torriente

miércoles, 18 de mayo de 2016


Sí te quiero
como quiere la hiedra su color 
sin conocerlo, 
de esa misma manera extraña 
como se entiende lo unísono 
cuando agrupa más de un instrumento. 
Si desaparecieras 
tendría fiebre, 
y mis ojos 
serían los de una perdida, 
enramados en tinta roja 
como árboles perfectos. 
Sí te quiero, 
sin pensar qué o cómo estoy sintiendo, 
si es ahora o ha existido siempre, 
si hay medida, volumen, o movimiento, 
sexo, diferencia o grado, 
tantos absurdos que dividen y parcelan 
esto que ya es único. 
Si aparcaras en renuncias 
y en  no puedos 
tantas energías, y 
negaras ese poder que tienes 
para dar la vuelta al mundo 
en un salto con los pies juntos 
me encanecería sin remedio, 
y mi aliento en negra llama enquistaría 
cada palabra de humano peso. 
Y si te marcharas 
me dejarías agonizar como un tallo 
que se sesga, 
o un manantial que agota su caudal 
y ve agrietar su cuna 
como la piel más vieja del mundo. 


Nená de la Torriente


jueves, 5 de mayo de 2016

 A la Inquietud


Vagabundo, 
te diste cuenta de la paridad 
de los caminos 
cuando resultaban tan distintos 
a los ojos del que pasa. 

Él se miraba en el espejo 
y veía a un niño disfrazado de llama, 
un volcán al que pondrían su nombre 
las generaciones en trámite,
por eso se ceñía de jóvenes 
con ojos de laguna 
e instaba a su intelecto 
para que no pactase nunca con su corazón. 
Ellas jugaban con los años y con los días, 
entretenían tardes de café descafeinado 
con tertulias de política impracticable, 
sin desatender nunca 
sus búcaros delicados de flores secas. 
Hasta aquel perdió su batín y la mordaza 
cuando quiso hablar de los últimos días 
y de las bonanzas, 
que para contar con los dedos todo sobra. 

Vagabundo, 
sé que has venido a acompañarme, 
a apartarme de litigantes, 
de ademanes mutilados, 
de corazones sordomudos que se ahogan 
hacia adentro. 
Vienes a llevarme puerto allende 
sin pañuelos blancos, 
sin despedidas turbadoras 
ni capítulos aparte 
y yo te reconozco torpemente en el espejo,
mitad viejo, mitad vieja, 
mitad sol, mitad luna 
como aquella sonrisa nueva del poeta 
que se acercó al verso 
por primerísima vez. 


Nená de la Torriente

miércoles, 4 de mayo de 2016

Y aún sigo bailando 


Perdí la gaviota en su vuelo, 
su canto marítimo y alado 
me sonaba a tierras, 
a raspaduras de rocas más que de aguas 
y atendí a los desiguales riscos 
en su aspereza altiva. 

Perdí la montaña y su majestuosa silueta, 
su sonido de ecos volcánicos 
me sonaba a un Dios enojado 
más que a gigantes de piedra, 
y atendí a los diferentes azules 
en sus capas infinitas. 

Perdí el cielo en su jardín inmenso, 
su música de eternos silencios 
me devolvió a mí 
melancólica, 
insignificante, 
más que a llanuras de grandeza divina, 
y atendí aquello que necesitaba cuidados 
para que no se tuviera en tan triste, 
y en tan nada. 

Perdí mi cabeza en su díscolo diálogo, 
su runrún de voces disonantes 
me sonaba a una fiesta de párvulos 
más que a palabras en busca de signos, 
y atendí a mis manos menudas y lentas  
en su ir y venir como el viento, 
y bailé 
y bailé,  

y aún sigo bailando. 



Nená de la Torriente