martes, 31 de julio de 2012


Nada tengo que saber, 
aunque esos círculos de luz 
sobre las persianas provoquen 
mi curiosidad tanto. 
La fascinación por las extrañas formas 
que la luz nos proporciona, 
queman los rincones del seducido, 
le prenden como en la lumbre 
arde el leño con su singular erótica. 
Los días traen mensajes. 
La mente en su pobre jaula gris no 
sabe descifrarlos 
-siempre le damos demasiada importancia 
a la inteligencia-, 
porque no le damos ayudantes adecuados: 
sensibles,  receptivos,  excitables, 
idóneos en su tarea descodificadora. 
Lo vivo está lleno de emisarios 
llenos de consignas. 




Nená de la Torriente 

De tanta magia confundo                    
los aromas. 
Ser feliz debe de ser esto. 
Hablarle a las piedras y a los 
helechos,  acariciar el musgo, 
aspirar el lenguaje del aire 
y entenderlo todo, 
como si hubieras nacido 
para este lugar concreto, 
siendo parte y raíz. 
Ya ni mi pecho pita 
con la humedad de la noche, 
y hasta salgo a correr en camisón 
por el prado. 
Aquí todo me invita,  me incita, 
me explora. 












Nená de la Torriente

lunes, 30 de julio de 2012




Este andancio te ha llevado 
a la tristeza de los hombres, 
contagiosa y pertinaz, 
insufrible y desalentadora. 




Súbete al carro,  entre la hierba verde, 
estos bueyes son fuertes 
nos  sacarán del camino. 
Deja de escuchar.  
Muchas palabras se inventaron 
para ser desatendidas, 
pero escrutamos cada una de ellas 
como colegiales pasando la lección. 
¿No era divertido mirar el campo 
mientras don Antonio explicaba 
el origen del mundo? 
El origen del mundo 
estaba allí mismo,  en el brotar 
del grano,  en el vals de las mariposas 
juguetonas,  en cada parpadeo de agua 
y de sol. 
Súbete al carro,  vente, 
no dejes que te envuelvan los quebrantos. 





Nená de la Torriente

Cuando mañana mude la aurora, 
del lila al rosa,  del rosa al ámbar, 
del ámbar al azulino, 
buscaré en la línea ondulante 
de un horizonte lleno de preguntas 
cual es la tuya. 
No me la quedaré. 
Pero me agradará saber que a todos 
nos espera una, 
una nueva inquietud, 
tal vez una ilusión, 
un pálpito de esos gitanos 
que nos revolucione el alma. 
No es que nunca sea tarde, 
es que no hemos comenzado.




Nená de la Torriente

domingo, 29 de julio de 2012


No hay un lunar de mi desnudez 
que el río no conozca. 
Este olor,  este perfume 
entre todos los perfumes del mundo,  
es mi casa.  




Se acerca el laurel, intensamente, 
la humedad del musgo de las rocas, 
el cálido aroma de los jazmines, 
a lo lejos el eucalipto generoso. 
Nada como todo esto y el frío brutal 
del fluir del agua sobre una piel 
que se siente viva. 




Nená de la Torriente


Qué poco comprende el castaño 
al manzano,  que en su proximidad 
no adivina lo que necesita. 
Ni el caracol al lumiaco, 
que aún dibujando paisajes sobre la piedra 
no conocen las mismas rutas. 
Qué sé yo de ti, qué adivino, 
nada debería suponer ni pensar en ello, 
cada cual a su manera asume su camino, 
y su destreza. 
Si se cruzan las líneas, 
se ofrece lo mejor de uno, 
aunque nunca sepas 
lo que necesitan. 




Nená de la Torriente

sábado, 28 de julio de 2012


El cielo se abrió y dejó caer  un cántaro 
que llevaba guardado durante siglos. 
Rasgó su azul,  y no llovía 
Dejó caer de su vientre un océano 
de agua dulce,  anegando la tierra. 


Absoluto y rotundo,  complejo y pleno, 
en medio del camino la desnudez 
se sintió más evidente. 
¿Qué es la profundidad de unos ojos, 
de un beso,  de un cariño? 
Si hay un metro que lo mida,  hoy no lo quiero. 


Yo quiero saber por qué a veces el cielo 
se agrieta y arroja cántaros, 
pero no llueve; 
sin embargo otras, 
de su vientre sólo suda,  suda lluvia. 

  


Nená de la Torriente

Puedo dimitir en cualquier momento. 
Así de fácil: Dimito. 
Donde estuve no podrá recordarme nadie, 
ni siquiera tú. 
Uno se volatiliza cuando quiere, 
porque suya es la posibilidad
de cambiar de aires, 
de tomar otro rumbo, 
de borrar teléfonos o tirar móviles. 
El camino es relativamente largo 
pero no necesariamente recto, 
de hecho las rectas son aburridas. 
Me gustan los giros,  los contra giros, 
las infinitas curvas,  los puentes,  los ríos, 
las montañas,  los túneles,  y todo lo que indique 
contra tiempo. 
¿Por qué vivir una vida lineal? 
Ya le hemos otorgado a la línea muchos años. 

¡Volteemos el mundo! 








Nená de la Torriente

viernes, 27 de julio de 2012

RECORTES (Idea original de Antonio Díez)



Así nos va. 
Ellos tan serios se reúnen 
y se disponen a votar su propio sueldo: 
¿Qué hacemos,  nos lo subimos un poco más? 
A los que viven fuera, 
mil ochocientos euros más,  del ala, 
¿y para los que vivimos en Madrid qué? 
Bueno,  ochocientos euros más o menos 
para que no se enfaden, 
además del sueldo claro. 
Mientras,  los del pie en la calle,  temiendo 
el nuevo abuso, 
¿ahora qué nos van a quitar? 
¿La barra de pan, 
los asientos en los autobuses? 
¿Cenaremos con velas de parafina? 
¿Reciclarán los documentos de identidad? 
¿Nos meterán un chip subcutáneo? 

Y ellos tan serios,  se reúnen.



Nená de la Torriente

Hoy me he mirado el rostro, 
cansado,  sin la luz que recordaba. 
Si la palma de la mano es un mapa nervioso 
y cada línea no está ahí por capricho, 
qué es la cara. 
No quiero ni pensarlo. 
Pasa el tiempo y lejos de  importarme 
me parece lo suyo.


No me meto en sus dominios 
ni le suplico, 
pero que no me toque la polaina demasiado; 
que me enseñe,
 que me dé en el cáñamo si es preciso, 
pero por qué este desgaste de luz 
-ya son ganas de moler el grano 
cuando no hay grano-
Un día de estos frenaré 'el orden del día’, 
lo prometo, 
y uno o tal vez dos,  la mente en blanco. 





Nená de la Torriente

Distinguido,  burlando el ramaje 
que aún se deja de un Madrid dormido, 
el céfiro matutino tan lejano 
a los campos de amapolas. 
Me siento bien. 
Qué importa cuánto tiempo. 
En el cielo salen de paseo extrañas bestias 
de color gris sobre un fondo azafranado. 
Arriba un azul,  azul cielo, 
cuando el azul es el color del cielo. 
Ruido de autos,  los coches 
son los de juguete,  los que golpeaba 
con mis hermanos contra los muros, 
esos que se les caían las ruedas. 
Dentro de poco el calor será asfixiante. 

Cuando baje el sol  salgo para el norte. 




Nená de la Torriente

jueves, 26 de julio de 2012


Tiraste de mí 
cuando estaba gritando 
con verbos contenidos. 
Tiraste como quien levanta la tierra 
para que sea sembrada, 
para que el aire la purifique. 



No hiciste nada 
y lo hiciste todo. 
Sólo estabas, 
tanto hacías. 
Calladamente, 
sin la prisa de los relojes, 
mirando como mis gestos hacían cruces, 
sonreías,  sonríes. 
Océano en un centro de secano, 
como un Guadiana inmenso 
con un lenguaje mudo a veces, 
suyo,  ininteligible,  sencillísimo, 
siempre amigo. 
No frustra,  siempre devuelve. 




Nená de la Torriente

Dentro del barco,  me dejo llevar 
en la barriga de la ballena, 
generosa siempre. 
Si está enfadada se agita 
y yo con ella. 
Si enamorada,  me deja ver la costa 
con nostalgia,  y el azul intenso 
con diminutos besos blancos. 
Me sujeto a su piel fría, 
a su ojo interminable y aprieto 
mi lapicero contra cualquier papel 
pared o suelo,  que me brinde cuaderno. 
¡Mira el mar,  es el Mediterráneo, 
un mar chico lleno de batallas! 
-A los veinte así lo miraba- 
¡Ignorante de mí! 
Garabateando siempre 
y ahora sólo veo un cielo o un mar 
que se puede doblar por la mitad, 
como una tarjeta,
eternamente bella. 




Nená  de la Torriente

miércoles, 25 de julio de 2012


Una impresión loca, 
tan loca que está viva, 
bebe del canto de los charcos, 
temerosa y tímida. 
En la noche cerrada, 
a ciegas para los hombres 
va y viene enloquecida, 
hurgándose sin ser vista, 
tan libre como el mismo aire, 
aullando como la gemela loba.


Tú no la podrás ver nunca, 
ni tú,  ni él,  ni aquella, 
no por ser menos, 
ni ser poco inteligentes, 
sino por ser ciegos a la locura. 
El poeta errante,  el que no ambiciona, 
el que aún sabe vivir de un sueño 
no sólo la escucha, 
habla con ella y la invita 
a pernoctar con su velo rasgado. 
Hasta llega a enredarse en ella 
como un coma dentro de otro coma. 




Nená de la Torriente

-Dos-


Sutil,  ese gesto sutil que dura 
toda una vida. 
Esa sonrisa sencilla,  amable, 
generosa,  dispuesta a ofrecerse 
sin pensar en la arruga. 
Esa palma abierta que recibe 
otra palma sin preguntarle nada. 
El hombro que todo lo acoge, 
la risa,  el llanto,  las mil y una historias 
conexas o inconexas. 
La limpia carcajada. 
Las ganas de hablarle a otro, 
de que sea su arcón,  su amor,  su psiquiatra. 
Siempre está guapa para él, 
nunca falta a esa cita de ‘eres preciosa’, 
siempre está guapo para ella 
ni falta a esa cita de ‘eres precioso’. 




Nená de la Torriente

Algún día se parará mi corazón de  golpe 
y no le podré echar de menos. 
No le querré ni le sabré echar de menos. 
El músculo se deshilachará 
como las voces no articuladas, 
o las letras escritas en bolígrafo 
en un cuaderno expuesto a la lluvia. 
Sé que a pesar de todo,  recordaré. 



Esté donde esté,  no te olvidaré a ti,
ni a esos ojos posados 
en el hombro que dibuja mi sombra.  




Nená de la Torriente

martes, 24 de julio de 2012



-La luz- 

En la escama dorada se escapa. 
Ya domina la roca que cierra la bahía, 
no le volveré a ver. 
Ese rayo de sol que se detuvo en mis pies 
y pasó a la ola,  y de la ola a la cola del pez, 
y subió a su lomo con gracioso cimbreo 
hasta instalarse en una bonita escama. 
La luz arrulla a la sustancia, 
a cada elemento le hace un regalo, 
a tu pupila la convierte en chuche 
de caramelo denso,  o en tierra mojada. 
Al mar,  tesoro de oro y perla. 
Yo recojo un rayo en mi palma 
y juego a quedármelo toda la tarde, 
pero su díscolo movimiento 
no alcanza mi paciencia,  ni mi cometido. 
César me hizo una caja de madera, 
grabando mi cara con los rayos de sol 
que atravesaban una lupa,  él sí tuvo paciencia. 
Yo ni siquiera la tuve para guardar la caja. 
El sol es como un árbol redondo 
con infinitas quimas rectilíneas 
que se abren o se cierran, 
como un ventilador de techo que gira 
sin girar hacia ninguna parte. 




Nená de la Torriente

En este estrecho pasillo 
de lágrima a sudor 
o de sudor a lágrima, 
cada uno tiene un lenguaje propio 
de exceso o de carencia. 
Todo habla con lenguas ilegibles. 
A su manera nos hace mapas, 
nos indica un mal,  o un camino, 
hasta una salida a un sembrado de espino, 
que como colegiales mayores 
no desciframos porque concedemos 
valor a las fracciones, 
y no miramos en conjunto, 
como el que mira un objeto 
en su forma más amorfa. 
Todo habla,  desde una erupción 
al atropello constante de una vocal, 
El hipo traidor 
cada vez que ves a ese concreto, 
llevarte la mano a la nariz si pasa ella, 
llorar sin motivo,  llorar. 
Todo,  todo nos cuenta alguna cosa. 





Nená de la Torriente


Volved al oído sonidos rotos, 
volved a contarme, 
acabad la historia que empezasteis 
aquella mañana de otoño. 
Volved os digo. 





Por este banco ha pasado el frío, 
los pétalos,  las semillas de mimosa, 
y ahora regresa el viento y las hojas secas, 
pero no tengo final de la historia. 
Guardo palabras incluseras en pañuelos 
como tesoros perdidos, 
y alguna espera distinta de otra 
¿pero soy yo la misma persona? 
Podría haber imaginado un final 
con aquellas palabras incompletas 
pero no eran mías, 
y reclamaban la autoría de otro, 
como yo solicito que las remate. 
Pero pasan los días,  las semanas, 
los meses,  y sospecho 
que pronto pasarán los años, 
para esta espera quimérica 
con otro final sin desenlace. 





Nená de la Torriente